La Catedral de Santiago es el destino de millones de peregrinos y curiosos que acuden a la ciudad de Santiago de Compostela para admirar cada rincón de la ciudad, y por supuesto, cada elemento histórico-artístico de la catedral.
La leyenda
La historia sitúa al Apóstol Santiago el Mayor como predicador en tierras de Hispania, llegando hasta el noroeste de la Península Ibérica. A su regreso a Jerusalén, fue el primer apóstol en ser decapitado, convirtiéndose así en el primer mártir apostólico.
Sus seguidores (Teodoro y Anastasio) querían que sus restos reposaran en el lugar más lejano al que hubiera llegado con su predicación, haciendo de Santiago de Compostela, el lugar de su enterramiento. Pero su tumba cayó en el olvido hasta que entre los años 820 y 830, el ermitaño Pelayo vio extrañas luces en este lugar. Alertó al entonces obispo, Teodomiro, quien afirmó que estas luces (o estrellas) indicaban la tumba abandonada de Santiago. En el año 834, Alfonso II el Casto, rey del pequeño reino cristiano de Asturias (que incluía Galicia), decidió peregrinar hasta el sepulcro para consagrar la modesta iglesia que allí se había construido y que albergaba los restos de Santiago apóstol.
En el 874, el monarca asturiano Alfonso III el Grande también peregrinó a Santiago. Al ver que a su llegada los peregrinos se quejaban del mal estado de la basílica, decidió destruirla y construir un nuevo templo consagrado en el año 899, que se convertiría en el más espléndido de la España cristiana del momento.